Agradecer que la noche transcurrió sin sobresaltos (la luna pasa por la puerta a saludar cuando va de recogida, no más tarde de las cinco), agradecer que el sol se alce sobre los edificios y pueda verlo buceando una azotea. Cerrar los ojos acurrucado en tu ausencia (recordarte me desviste de distancia) y pedir -en voz muy baja- que haya hoy vientos del norte y te sean favorables.
Buceando una azotea
¿A quién puede gustarle? Compártelo: Compartir este contenido
@ricardoperezh
Profesor de Lengua y Literatura en Castilla-La Mancha. Burgalés ausente. Escritor aficionado. Estudié Humanidades por vocación. Escribí en prensa con convicción. Emprendí, fallé, aprendí. Siempre quise trabajar con palabras. Me gustan las yuxtapuestas y los puntos suspensivos.