Oír con los ojos cerrados la tormenta que trajo el viento del norte. La lluvia contra el cristal, la lluvia sobre la acera, la lluvia que baila por los tejados.
Esperar la primavera prometida, que florezca el ababol, mascar retama mientras se anuncia la genista. Oír
con los ojos cerrados al viento del norte que grita conmigo tu ausencia y hacer mar de sus nubes y playa de mis pasos descalzos.
Giro la vista y busco sin verlas tus huellas junto a las mías. Mañana, tal vez, me digo. Y no me creo.
