Pequeña (o gran) victoria con poesía

día de la poesía 2025

Pequeña (o gran) victoria con poesía

Poesía en el día de la poesía. Después de numerosas derrotas, hoy la poesía me ha concedido una pequeña (o gran victoria). Pero creo que no he sido yo el vencedor. Me explico…

Este curso está resultando algo más complejo. Tengo un grupo de alumnos con los que no consigo conectar. He probado diferentes planteamientos y estrategias: por las buenas, por las malas; con exigencia, con flexibilidad; con propuestas creativas, con procedimientos tradicionales; con posibilidad de elección, con peticiones acotadas; pruebas exigentes, pruebas «regaladas»; usando ordenador, sin usarlo; trabajo individual, trabajo en parejas. Y así. Nada funciona con un grupo de doce alumnas y alumnos condicionados por diferentes casuísticas de diferente tipo que, se espera, titularán ESO mediante itinerario diversificado.

No me voy a detener en cuestiones analíticas sobre el estado de las cosas: hay numerosos artículos, ensayos y demás de capacitados profesionales que lo abordan. Como este libro de Santiago García Tirado o este estudio de la Fundación SM y la ONG Educo recogido en ElDiario.es. Sin escamotear la parte que me corresponda de responsabilidad en ello.

Lo reconozco, hay días que me encuentro cerca de claudicar. Esta semana ha sido de ese tipo. Así que he seguido adelante, explicando muy, muy, muy, pero que muy por encima la generación del 98 y los autores del Novecentismo con ganas de llegar a los poetas del 27, a Lorca especialmente porque las cuestiones sobre la Guerra Civil, los fascismos europeos, la dictadura de Franco y lo explicado sobre ETA sí les ha interesado. Sin entrar en más detalles.

Poesía del 27

Lorca, sus símbolos, el Romance de la Guardia Civil. El videoclip de la canción de Marea. Fragmentos de Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. En YouTube, por supuesto, por si alguno de ellos decide buscarlo en el móvil por la tarde o durante el trayecto del bus en vez entrar en TikTok o Instagram. Bueno, vale, por lo menos no explica, ni pide que anotemos, ni marca actividades en clase ni, oh ilusión, para casa. Creo que pensaban casi todos por su cristalino lenguaje no verbal.

Así que ayer por la tarde decidí que hoy viernes me lo iba a poner fácil. Pensando únicamente en mí y en terminar la semana, sin caer en la cuenta de que hoy, 21 de marzo, se celebra el Día de la Poesía. Ayer por la tarde, decía, miré en mis estanterías y cogí poemarios y antologías de los autores del 27.

Una pequeña victoria

De los doce alumnos, estaban hoy en clase ocho. He sacado los libros. Los he puesto sobre mi mesa y he dado la sencilla indicación: coged uno, ojead, deteneos en lo que os llame la atención. Y si ese libro no os dice nada, cambiadlo por otro.

Mi alumna, evidentemente, no se llama Ella. Pero ahora sí, aquí sí. Ella tiene diecisiete años. Debo llamarle la atención por diversos motivos: cómo se sienta (recostada contra la pared, pies sobre la silla), por peinarse en clase, comer pipas… Aparte de lo evidente: distracciones, conversaciones, la necesidad de guardar el móvil en la mochila.

Gerardo Diego. Una edición no venal pensada para niños. Comenta algo con el compañero de al lado. Le pregunto. Un poema ha llamado su atención: El sueño.

Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.
[...]

Una rendija, una puerta abierta unos centímetros, su atención completa por un momento. Y me he movido rápido: la antología de Vicente Gaos en Cátedra. Páginas 196 y 197, Vicente Aleixandre, «Los besos» de Sombra del paraíso y «Los amantes enterrados» de Nacimiento último. Y de ahí a Historia del corazón, también de Aleixandre, y a La voz a ti debida, de Salinas.

Cuando sonaba el timbre

Ella ha anotado el nombre de los poetas y creo que también el título de algunos poemarios. Después, reconozco lo egótico de mi ironía, no he podido resistirme: «Vaya, resulta que hemos encontrado algo interesante entre poetas de hace cien años. Qué curioso, ¿no?». Ella ha sonreído, como haría un niño sorprendido en una travesura que espera sea pasada por alto.

¿Sabes lo que me gustaría mucho?, he preguntado. Ver la cara de tus padres cuando llegues hoy a casa y digas: papá, mamá, vamos a la librería a por un libro de Gerardo Diego, Salinas o Aleixandre. Y justo cuando sonaba el timbre, le he recordado que los encontrará casi todos en la biblioteca del pueblo.

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